lunes, 26 de enero de 2009

Obama: sus relaciones con el mundo.

EM., Int., 26-01-09.

Si el nuevo Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha hecho explotar una bomba de optimismo entre los norteamericanos, en el resto del mundo también se confía en que, bajo su liderazgo, Washington mejorará las relaciones con la mayoría de los países, incluidos los estados considerados "parias" por el gobierno anterior. Respondiendo a este ánimo de buena voluntad, incluso de quienes no votaron por él, Obama dedicó su segundo día de trabajo en la Casa Blanca a los problemas internacionales. Su primera jornada estuvo copada por los temas internos.

La primera señal del cambio concreto en política exterior la dio Obama, un Presidente que se precia de ser muy tecnológico, con el anuncio en la página web de la Casa Blanca de los principios de su política internacional. Ahí se dice que el gobierno "emprenderá una diplomacia directa, dura, sin condiciones, con todas las naciones, amigas y enemigas. Se tomará toda la preparación necesaria, pero con ello mostrará que Estados Unidos está dispuesto a negociar y liderar".

Dicho eso, su primera instrucción fue el cierre de la cárcel de Guantánamo, medida cargada de gran simbolismo: sepultaba la política de la administración precedente sobre la guerra contra el terrorismo y recuperaba lo que en su discurso de inauguración había dicho en relación con que Estados Unidos no podía dejar de lado sus principios por garantizar la seguridad de sus ciudadanos. En este asunto, sin embargo, la realidad lo hizo incumplir su promesa de clausurarla durante los primeros cien días, y en cambio se dio un plazo de un año para resolver el problema de qué hacer con los detenidos, todos sospechosos de ser terroristas activos. Por ahora, los juicios están suspendidos, y se explora la posibilidad de que países aliados reciban a los reclusos, algo que Bush nunca consiguió.

Una de las definiciones más esperadas sin duda se refería al conflicto en el Medio Oriente. Desde que estalló la violencia, el 1 de enero, muchas voces insistieron en que Obama se pronunciara. Declinó hacerlo, amparándose en que la política exterior sólo tenía un vocero, el Presidente en ejercicio. Parecía que tras esa postura estuvo una hábil maniobra para dejar en manos de Bush esa compleja crisis, y no comprometerse con pronunciamientos que después podían complicarlo.

Precisamente, el día en que Hillary Clinton fue confirmada por el Congreso como secretaria de Estado, el miércoles, Obama llamó a Mahmoud Abbas y le aseguró su más firme compromiso con el proceso de paz, y al día siguiente nombró a George Mitchell como su enviado especial a la región. Difícil tarea, pero se la encarga a alguien que ya tiene experiencia en la zona -consiguió un congelamiento de las colonias israelíes y el repliegue militar en Cisjordania- y que logró un gran éxito en la resolución del largo conflicto en Irlanda del Norte. Ahora, tendrá que llevar a todas las partes a la mesa de negociaciones para cumplir lo que Obama planteó como una de sus metas, una solución duradera, con un Estado palestino que viva en paz con su vecino Israel.

El nombramiento de Mitchell confirma que Obama tiene una visión positiva de la diplomacia de la era de Bill Clinton, y que la nueva secretaria de Estado va a usar todos sus contactos de esa administración para buscar resolver las crisis internacionales. Al de Mitchell se suma el nombramiento de Richard Holbrooke como enviado especial a Afganistán e Irak, dos países clave en la política exterior del nuevo Presidente, quien siempre sostuvo que Estados Unidos debe retirarse de Irak y concentrarse en el país de los talibanes. Esta será otra prueba de su visión estratégica; por lo pronto, ya ha debido replantearse el plazo del repliegue militar que esperaba fuera antes de dieciséis meses.

Los postergados vínculos con América Latina.

América Latina también está expectante ante los cambios que Obama puede implementar en las relaciones de Washington con la región. En los últimos años, EE.UU. recortó la ayuda humanitaria y de desarrollo a la región. Los planes conjuntos estaban vinculados a la lucha antidrogas y poco más. La mala relación entre Bush y Hugo Chávez marcó gran parte de la agenda política con la región, en tanto los aspectos comerciales fueron claves para definir la cercanía con Washington.

Teniendo en cuenta que el nuevo subsecretario de Estado, James Steinberg, señaló en la audiencia de confirmación en el Senado que esa "estrategia ha resultado ineficiente y fuera de lugar", cabe esperar que la nueva administración tenga una visión distinta y más amplia de la política hacia la región. Sin embargo, los latinoamericanos no deben suponer que el giro será radical.

Cuba seguirá siendo un tema obligado de las discusiones en Estados Unidos. El lobby cubano-norteamericano continúa siendo poderoso, aunque probablemente perderá la influencia que tuvo con Bush. Por eso, podría aventurarse que, tal como Obama lo adelantara en la campaña, habrá un acercamiento con La Habana. Siendo candidato, Obama dijo que podría reunirse con Castro, que aliviaría algunas restricciones, como el envío de remesas y los viajes a la isla, aunque se resiste a un levantamiento del embargo. Quizás eso sólo se plantee luego de que el gobierno comunista libere a presos políticos y haga otros gestos similares.

La Cumbre de las Américas, que se realizará en abril en Trinidad y Tobago, será la prueba de fuego para Obama y las relaciones con el hemisferio. En esa ocasión, el Presidente podrá reunirse por primera vez con todos los líderes del continente, y por eso, las definiciones hasta ese momento no serán sino meros esbozos de lo que la Casa Blanca implemente en el futuro próximo.

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