domingo, 28 de marzo de 2010

Entrevista al historiador Peter Kuznick: Serie documental de Oliver Stone promete mostrar lo más oscuro del poder de EE.UU.


EM., Int., 28-03-10.

El co-escritor de "Secret History of the United States" adelantó detalles del programa de TV que revelará la cara no vista de la política exterior y de la seguridad nacional norteamericana de los últimos 70 años.

El historiador Peter Kuznick es profesor de Historia de la American University. Se conoce con Oliver Stone desde 1996 cuando comenzó a impartir el curso de historia "Oliver Stone's America". La cátedra es una de las más populares y suele tener a muchos invitados de todas las corrientes políticas desde embajadores, funcionarios de gobierno, ex veteranos de guerra, periodistas, otros historiadores, e incluso al mismo Stone. Se especializa en asuntos nucleares y política americana del siglo XX.

"Vamos a presentar una serie histórica que ahonda en el lado oscuro del imperio americano. Incluso los eruditos y espectadores bien informados se verán sorprendidos por los 'secretos' que hemos descubierto y la nueva información que se revelará".

Por Carlos Solar Fornazzari.


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El director de cine Oliver Stone está afinando los últimos detalles de su nuevo proyecto televisivo "Secret History of the United States", una serie documental que en 10 capítulos de 60 minutos busca revelar la cara oculta del poder estadounidense en los últimos 70 años, desde los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, hasta la administración de George W. Bush. Guerras, amenazas políticas, golpes de Estado, asesinatos, conspiraciones, crisis económicas... todo será incluido en la versión de Stone.

A exhibirse durante este año en el canal Showtime en EE.UU., con seguridad causará recelo en un segmento de los historiadores. Y es que el director de Hollywood, de 62 años, ex veterano de Vietnam y poseedor de dos medallas Corazón Púrpura al mérito militar, suele tener una mirada aguda y desafiante al e stablishment estadounidense que ya ha quedado registrada en otros de sus trabajos como Pelotón (1986), Nacido el cuatro de julio (1989), JFK (1991), y W (2008).

Peter Kuznick, historiador de la American University, brazo derecho y co-escritor junto a Oliver Stone del proyecto, conversó en exclusiva con "El Mercurio".

-Comencemos por el título, ¿por qué eligieron la palabra "secreta"?

"No estamos utilizando la palabra 'secreta' en el sentido habitual. Usamos la palabra en el sentido de oculto o desconocido. Estamos hablando de información que el público debería saber, pero que en muchos casos no sabe. El bombardeo de EE.UU. a Camboya es un ejemplo perfecto. En marzo de 1969, Nixon comenzó una campaña de bombardeos secretos, aparentemente para destruir los refugios de Vietnam del Norte e impedir el flujo de mercancías y de hombres del Norte hacia el Sur. Por temor a una protesta pública masiva, tomó medidas extraordinarias para mantener el secreto en el Congreso. Incluso los pilotos que participaron creían que estaban atacando objetivos en Vietnam del Sur".

-En películas anteriores, Stone ha mezclado Hollywood e historia. ¿Cómo fue para usted cambiar su público de uno académico a uno televisivo?

"Sin duda ha sido un desafío para mí, pero, trabajando con Oliver, estoy aprendiendo del maestro. No hay mejor cineasta que él para transmitir una gran cantidad de información en un corto período de tiempo y hacerlo de forma convincente y apasionante. También es importante tener en cuenta que siempre me ha interesado investigar y escribir sobre temas que tienen un significado político más amplio y he tratado de encontrar formatos para llegar a un público lo más amplio posible".

-¿Podría adelantar algún pasaje de la serie que vaya a causar polémica?

"Mostraremos que los EE.UU. ha utilizado armas nucleares y no dos, sino varias veces. En numerosas ocasiones se ha amenazado nuclearmente a Estados más débiles, a fin de obligarlos a cumplir con la política de Washington. Les mostraremos cómo presidentes, desde Wilson a Bush, han mentido en repetidas ocasiones al público sobre la guerra. Vamos a mostrar la crueldad y la brutalidad de las campañas militares de EE.UU. desde Japón, pasando por Corea, Vietnam y ahora en Irak. Revelaremos la asombrosa rapidez con la que EE.UU. amplió su imperio después de la Segunda Guerra Mundial y en medida sorprendente su penetración global. Trataremos de encontrar las raíces de los neoconservadores, que dominaron el gobierno de George W. Bush, partiendo en los 60 con sus planes de dominación mundial, y que ha llevado a la invasión de Irak. Vamos a mostrar la voluntad de los líderes de EE.UU. para construir y acumular armas nucleares y de aplicar políticas que amenazan a la humanidad con la aniquilación completa, en un esfuerzo para lograr sus ambiciones políticas. También detallaremos cómo el "siglo americano" ha producido tanto una riqueza privada enorme, como una inmensa pobreza y sufrimiento".

-¿Qué aspectos de América del Sur saldrán al aire?

"EE.UU. tiene un sórdido historial de intervenciones en los asuntos internos de Latinoamérica y América Central derrocando gobiernos democráticos cuando no le gustan sus políticas o cuando representan una amenaza para ciertos intereses económicos. Les mostraremos este imperialismo hemisférico con gran detalle. Vamos a poner de relieve el papel de EE.UU. en Guatemala en 1954, en Cuba y Brasil en la década de 1960, y en Centroamérica en la década de 1980".

-¿Y sobre Chile?

"Prestamos especial atención a la participación de EE.UU. en el derrocamiento del gobierno de Allende. Aunque Kissinger había menospreciado a Chile calificándolo como 'un puñal apuntando al corazón de la Antártica', él ahora ha reconocido que junto al ex director de la CIA, John McCone, pidieron tomar medidas drásticas antes de que un gobierno socialista democrático provocara levantamientos similares en toda América Latina. Dos días después de que Allende asumió el cargo, el 4 de noviembre de 1970, Nixon encargó al Consejo de Seguridad Nacional "hacerlo caer". Vamos a ofrecer una explicación detallada de cómo sucedió esto.

-Las películas de Stone siempre dan pie a críticas de quienes no están de acuerdo con cómo se cuentan las historias. ¿Esperan muchos detractores?

"La verdad es que todo lo que digamos y todos los secretos que revelemos van a causar enojo en la derecha. Esperamos que respondan con seriedad para que podamos iniciar una conversación amplia".

-¿La serie es un llamado a las autoridades para aprender de los errores del pasado?

"Sí, es una gran parte de lo que estamos tratando de transmitir. Pero hay más. Queremos demostrar que la historia podría haber sido radicalmente diferente y casi lo fue en numerosas ocasiones. Si hubiera estado Henry Wallace en la presidencia en vez de Harry Truman es casi seguro que no se hubieran dado los bombardeos atómicos en 1945 y muy posiblemente no habría existido la Guerra Fría. Por otra parte, queremos demostrar lo cerca que llegó el mundo a la aniquilación nuclear durante la Crisis de los Misiles de Cuba de 1963 a pesar de los valientes esfuerzos de Kennedy y Jrushchev para evitar uno de esos desastres".

domingo, 21 de febrero de 2010

La bronca de Sarkozy hacia Obama


En LN, 05-02-10.

Por Sylvain Besson.

(Le Monde, derechos exclusivos para La Nación. Artículo publicado en “Les Temps” de Ginebra).

En el plano oficial, el Eliseo asegura que la relación entre ambos es excelente. Pero el fondo del pensamiento sarkoziano se expresa mejor por boca de consejeros informales, como Alain Minc. Desde hace algunas semanas, este último carga contra el Presidente estadounidense, al que describe como blando con los chinos y “bajo la influencia” de Wall Street.

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ES más fuerte que él: cuando se le habla de sus fracasos, Nicolas Sarkozy retruca con los de Barack Obama. Interrogado en TF1 acerca de su método, que consiste en multiplicar las reformas, todas al unísono, respondió sibilino: “He visto que Obama, por quien siento estimación e incluso amistad (lo ha puesto todo en su reforma de la salud). No he visto que eso le hiciera las cosas más simples”.

En noviembre, el Presidente francés había enunciado ya este argumento ante algunos periodistas (vale más hacer muchas reformas que una sola), acompañándolo con un comentario: “Obama está en el poder desde hace un año y ya ha perdido tres elecciones parciales. Yo he ganado dos legislativas y las europeas. ¿Qué habrían dicho si yo hubiera perdido?” Lejos de ser anecdótico, el mal humor hacia su homólogo estadounidense ha pasado a ser casi estructural. “Cada vez que puede criticarlo lo hace, sea en consejo de ministros o ante visitantes”, indica bajo condición de anonimato un buen conocedor de la diplomacia francesa. “No logra tener relaciones normales con Obama”, agrega esta fuente. “Siempre dice: ‘si yo hubiese hecho lo mismo que él, ¿qué me habrían dicho?’ Es una relación malsana. Da la impresión que saca pretextos de las dificultades de Obama cada vez que puede. Su comportamiento es infantil, indigno de un Presidente”.

En el plano oficial, el Eliseo asegura que la relación entre ambos es excelente. Pero el fondo del pensamiento sarkoziano se expresa mejor por boca de consejeros informales, como Alain Minc. Desde hace algunas semanas, este último carga contra el Presidente estadounidense, al que describe como blando con los chinos y “bajo la influencia” de Wall Street.

¿Por qué tanto encono? Los especialistas ubican el origen del problema en el viaje relámpago de Obama a Francia en junio de 2009. Durante su estadía en París, evitó todo encuentro con Nicolas Sarkozy mientras éste ardía por mostrarse a su lado. “Había hecho decir que no quería contacto con él”, recuerda el observador ya citado. “Eso jamás había sucedido en toda la historia de la V República”. La adulación de la izquierda a Barack Obama, o sus comparaciones desfavorables entre su físico y el del Presidente francés no han hecho nada por arreglar las cosas. Las dificultades recientes del inquilino de la Casa Blanca (derrota en Massachusets, baja de popularidad) arriesgan con confirmar a Nicolas Sarkozy en su actitud, él, que piensa haber visto sus debilidades antes y mejor que los otros.

Eso no impide que Francia destaque su buen entendimiento con Estados Unidos. El 19 de enero Nicolás Sarkozy saludó “la movilización excepcional del Presidente Obama y de la administración estadounidense” a favor de Haití. El 27 de enero en Davos se declaró “de acuerdo con el Presidente Obama” respecto de sus proyectos para poner orden en las finanzas. En fin, el Presidente francés podría anunciar próximamente el envío de nuevos soldados (“instructores”) a Afganistán, una medida reclamada desde hace tiempo por los estadounidenses.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Declaraciones del Presidente al aceptar el Premio Nobel de la Paz 2009.

White House, Office of the Press Secretary
Oslo City Hall; Oslo, Norway, December 10, 2009.

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Sus Majestades, Sus Altezas Reales, distinguidos miembros del Comité Nóbel de Noruega, ciudadanos de Estados Unidos y ciudadanos del mundo:

Recibo este honor con profunda gratitud y gran humildad. Es un premio que habla sobre nuestras mayores aspiraciones: que a pesar de toda la crueldad y las adversidades de nuestro mundo, no somos simples prisioneros del destino. Nuestros actos tienen importancia y pueden cambiar el rumbo de la historia y llevarla por el camino de la justicia.

Sin embargo, sería una negligencia no reconocer la considerable controversia que su generosa decisión ha generado. (Risas.) En parte, esto se debe a que estoy al inicio y no al final de mis labores en la escena mundial. En comparación con algunos de los gigantes de la historia que han recibido este premio –Schweitzer y King; Marshall y Mandela– mis logros son pequeños. Y luego hay hombres y mujeres alrededor del mundo que han sido encarcelados y golpeados en su búsqueda de la justicia; gente que trabaja en organizaciones humanitarias para aliviar el sufrimiento; millones en el anonimato cuyos silenciosos actos de valentía y compasión inspiran incluso a los cínicos más empedernidos. No puedo contradecir a quienes piensan que estos hombres y mujeres –algunos conocidos, otros desconocidos para todos excepto para quienes reciben su ayuda– merecen este honor muchísimo más que yo.

Pero quizá el asunto más controversial en torno a mi aceptación de este premio es el hecho de que soy Comandante en Jefe de un ejército de un país en medio de dos guerras. Una de esas guerras está llegando a su fin. La otra es un conflicto que Estados Unidos no buscó; uno en que se nos suman otros cuarenta y dos otros países –incluida Noruega– en un esfuerzo por defendernos y defender a todas las naciones de ataques futuros.

De todos modos, estamos en guerra, y soy responsable por desplegar a miles de jóvenes a pelear en un país distante. Algunos matarán. A otros los matarán. Por lo tanto, vengo aquí con un agudo sentido del costo del conflicto armado, lleno de difíciles interrogantes sobre la relación entre la guerra y la paz, y nuestro esfuerzo por reemplazar una por la otra.

Bueno, estas interrogantes no son nuevas. La guerra, de una forma u otra, surgió con el primer hombre. En los albores de la historia, no se cuestionaba su moralidad; simplemente era un hecho, como la sequía o la enfermedad, la manera en que las tribus y luego las civilizaciones buscaban el poder y resolvían sus discrepancias.

Y con el tiempo, a medida que los códigos legales procuraban controlar la violencia dentro de los grupos, los filósofos, clérigos y estadistas también procuraban controlar el poder destructivo de la guerra. Surgió el concepto de “guerra justa”, que proponía que la guerra solamente se justifica cuando cumple con ciertas condiciones previas: si se libra como último recurso o en defensa propia; si la fuerza utilizada es proporcional y, en la medida posible, si no se somete a civiles a la violencia.

Por supuesto, sabemos que durante gran parte de la historia, se ha cumplido pocas veces con este concepto de guerra justa. La capacidad de los seres humanos de idear nuevas maneras de matarse unos a los otros resultó ser inagotable, como también nuestra capacidad para tratar sin ninguna piedad a quienes no lucen como nosotros o le rinden culto a un Dios diferente. Las guerras entre ejércitos dieron lugar a guerras entre naciones: guerras totales en que la distinción entre combatiente y civil se volvía borrosa. En el transcurso de treinta años, este continente se sumió dos veces en matanzas de ese tipo. Y aunque es difícil pensar en una causa más justa que la derrota del Tercer Reich y las potencias del Eje, la Segunda Guerra Mundial fue un conflicto en el que el número total de civiles que murieron superó al de soldados que perecieron.

Como consecuencia de esa destrucción y con la llegada de la era nuclear, quedó claro para vencedores y vencidos, por igual, que el mundo necesitaba instituciones para evitar otra guerra mundial. Y, entonces, un cuarto de siglo después de que el Senado de Estados Unidos rechazara la Liga de Naciones, una idea por la cual Woodrow Wilson recibió este premio, Estados Unidos lideró al mundo en el desarrollo de una estructura para mantener la paz: un Plan Marshall y Naciones Unidas, mecanismos para regir la manera en la que se libran guerras, los tratados para proteger los derechos humanos, evitar el genocidio y restringir las armas más peligrosas.

De muchas maneras, estos esfuerzos fueron exitosos. Sí, se han librado guerras terribles y se han cometido atrocidades. Pero no ha habido una Tercera Guerra Mundial. La Guerra Fría concluyó con una muchedumbre jubilosa que derrumbó un muro. El comercio tejió lazos entre gran parte del mundo. Miles de millones han salido de la pobreza. Los ideales de libertad, autonomía, igualdad y el imperio de la ley han avanzado a tropezones. Somos los herederos de la fortaleza y previsión de generaciones pasadas, y es un legado por el cual mi propio país legítimamente siente orgullo.

Pero aún así, transcurrida una década del nuevo siglo, esta antigua estructura está cediendo ante el peso de nuevas amenazas. El mundo quizá ya no se estremezca ante la posibilidad de guerra entre dos superpotencias nucleares, pero la proliferación puede aumentar el peligro de catástrofes. El terrorismo no es una táctica nueva, pero la tecnología moderna permite que unos cuantos hombres insignificantes con enorme ira asesinen a inocentes a una escala horrorosa.

Es más, las guerras entre naciones con mayor frecuencia han sido reemplazadas por guerras dentro de naciones. El resurgimiento de conflictos étnicos o sectarios; el aumento de movimientos secesionistas, las insurgencias y los estados fallidos – todas estas cosas progresivamente han atrapado a civiles en un caos interminable. En las guerras de hoy, mueren muchos más civiles que soldados; se siembran las semillas de conflictos futuros, las economías se destruyen; las sociedades civiles se parten en pedazos, se acumulan refugiados y los niños quedan marcados de por vida.

No traigo hoy una solución definitiva a los problemas de la guerra. Lo que sí sé es que hacerles frente a estos desafíos requerirá la misma visión, arduo esfuerzo y perseverancia de aquellos hombres y mujeres que actuaron tan audazmente hace varias décadas. Y requerirá que repensemos la noción de guerra justa y los imperativos de una paz justa.

Debemos comenzar por reconocer el difícil hecho de que no erradicaremos el conflicto violento en nuestra época. Habrá ocasiones en las que las naciones, actuando individual o conjuntamente, concluirán que el uso de la fuerza no sólo es necesario sino también justificado moralmente.

Hago esta afirmación consciente de lo que Martin Luther King dijo en esta misma ceremonia hace años: “La violencia nunca produce paz permanente. No resuelve los problemas sociales: simplemente crea problemas nuevos y más complicados”. Como alguien que está parado aquí como consecuencia directa de la labor a la que el Dr. King le dedicó la vida, soy prueba viviente de la fuerza moral de la no violencia. Sé que no hay nada débil, nada pasivo, nada ingenuo en las convicciones y vida de Gandhi y King.

Pero en mi calidad de jefe de Estado que juró proteger y defender a mi país, no me puede guiar solamente su ejemplo. Enfrento al mundo como lo que es, y no puedo cruzarme de brazos ante amenazas contra estadounidenses. Que no quede la menor duda: la maldad sí existe en el mundo. Un movimiento no violento no podría haber detenido los ejércitos de Hitler. La negociación no puede convencer a los líderes de Al Qaeda a deponer las armas. Decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamado al cinismo; es reconocer la historia, las imperfecciones del hombre y los límites de la razón.

Menciono este punto, comienzo con este punto porque en muchos países hoy en día hay un profundo cuestionamiento del accionar militar, independientemente de la causa. Y a veces, a esto se suma una suspicacia automática por tratarse de Estados Unidos, la única superpotencia militar del mundo.

Sin embargo el mundo debe recordar que no fueron simplemente las instituciones internacionales –no sólo los tratados y las declaraciones– los que le dieron estabilidad al mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Independientemente de los errores que hayamos cometido, hay un hecho clarísimo: Estados Unidos de Norteamérica ha ayudado a garantizar la seguridad mundial durante más de seis décadas con la sangre de nuestros ciudadanos y el poderío de nuestras armas. El servicio y sacrificio de nuestros hombres y mujeres de uniforme han promovido la paz y prosperidad desde Alemania hasta Corea, y permitido que la democracia eche raíces en lugares como los países balcánicos. Hemos sobrellevado esta carga no porque queremos imponer nuestra voluntad. Lo hemos hecho por un interés propio y bien informado: porque queremos un futuro mejor para nuestros hijos y nietos, y creemos que su vida será mejor si los hijos y nietos de otras personas pueden vivir en libertad y prosperidad.

Entonces, sí, los instrumentos de la guerra tienen un papel en mantener la paz. Sin embargo, este hecho debe coexistir con otro: que independientemente de cuán justificada sea, la guerra conlleva tragedia humana. La valentía y el sacrificio del soldado están llenos de gloria, expresan devoción por la patria, la causa y los compañeros de armas. Pero la propia guerra nunca es gloriosa, y nunca debemos exaltarla como si lo fuera.

Entonces, parte de nuestro desafío es reconciliar estos dos hechos aparentemente irreconciliables: que la guerra a veces es necesaria y que la guerra es, de cierta manera, una expresión de desatino humano. Concretamente, debemos dirigir nuestros esfuerzos a la tarea que el Presidente Kennedy propuso hace tiempo. “Concentrémonos”, dijo, “en una paz más práctica, más alcanzable, basada no en una revolución repentina de la naturaleza humana, sino una evolución gradual de las instituciones humanas”. Una evolución gradual de las instituciones humanas.

¿Qué apariencia cobraría esta evolución? ¿Cuáles podrían ser estas medidas prácticas?

Para comenzar, considero que todos los países, tanto fuertes como débiles, deben cumplir con estándares que rigen el uso de fuerza. Yo, como cualquier jefe de Estado, me reservo el derecho de actuar unilateralmente si es necesario para defender a mi país. No obstante, estoy convencido de que cumplir con estándares, estándares internacionales, fortalece a quienes lo hacen y aísla –y debilita– a quienes no.

El mundo respaldó a Estados Unidos tras los ataques del 11 de septiembre y continúa apoyando nuestros esfuerzos en Afganistán, debido al horror de esos atentados sin sentido y el principio reconocido de defensa propia. De la misma manera, el mundo reconoció la necesidad de confrontar a Sadam Husein cuando invadió Kuwait, un consenso que envió un mensaje claro a todos sobre el precio de la agresión.

Es más, Estados Unidos -- de hecho ningún país -- puede insistir en que otros sigan las normas si nosotros nos rehusamos a seguirlas. Pues cuando no lo hacemos, nuestros actos pueden parecer arbitrarios y menoscabar la legitimidad de intervenciones futuras, por más justificadas que sean.

Esto pasa a ser particularmente importante cuando el propósito de la acción militar se extiende más allá de la defensa propia o la defensa de una nación contra un agresor. Más y más, todos enfrentamos difíciles interrogantes sobre cómo evitar la matanza de civiles por su propio gobierno o detener una guerra civil que puede sumir a toda una región en violencia y sufrimiento.

Creo que se puede justificar la fuerza por motivos humanitarios, como fue el caso en los países balcánicos o en otros lugares afectados por la guerra. La inacción carcome nuestra conciencia y puede resultar en una intervención posterior más costosa. Es por eso que todos los países responsables deben aceptar la noción de que las fuerzas armadas con un mandato claro pueden ejercer una función en el mantenimiento de la paz.

El compromiso de Estados Unidos con la seguridad mundial nunca flaqueará. Pero en un mundo en que las amenazas son más difusas y las misiones más complejas, Estados Unidos no puede actuar solo. Estados Unidos por su cuenta no puede lograr la paz. Ése es el caso en Afganistán. Es el caso en estados fallidos como Somalia, donde el terrorismo y la piratería van de la mano con la hambruna y el sufrimiento humano. Y lamentablemente, seguirá siendo la realidad en regiones inestables en el futuro.

Los líderes y soldados de los países de la OTAN –y otros amigos y aliados– demuestran este hecho por medio de la habilidad y valentía que han mostrado en Afganistán. Pero en muchos países, hay una brecha entre los esfuerzos de los militares y la opinión ambivalente del público en general. Comprendo por qué la guerra no es popular. Pero también sé lo siguiente: la convicción de que la paz es deseable rara vez es suficiente para lograrla. La paz requiere responsabilidad. La paz conlleva sacrificio. Es por eso que la OTAN continúa siendo indispensable. Es por eso que debemos reforzar esfuerzos de mantenimiento de la paz a nivel regional y por la ONU, y no dejar la tarea en manos de unos cuantos países. Es por eso que les rendimos homenaje a quienes regresan a casa de misiones de mantenimiento de la paz y entrenamiento en el extranjero, en Oslo y Roma; Ottawa y Sydney; Dhaka y Kigali; los homenajeamos no como artífices de guerra sino como promotores de la paz.

Permítanme un punto final sobre el uso de la fuerza. Incluso mientras tomamos decisiones difíciles sobre ir a guerra, también debemos pensar claramente sobre cómo librarla. El Comité del Nóbel reconoció este hecho al otorgar su primer premio de paz a Henry Dunant, el fundador de la Cruz Roja, y un promotor del Tratado de Ginebra.

Cuando la fuerza es necesaria, tenemos un interés moral y estratégico en obligarnos a cumplir con ciertas normas de conducta. Incluso cuando enfrentamos crueles adversarios que no cumplen con ninguna regla, creo que Estados Unidos de Norteamérica debe seguir dando el ejemplo respecto a estándares en conducta de guerra. Eso es lo que nos diferencia de quienes combatimos. Ésa es la fuente de nuestra fuerza. Es por eso que prohibí la tortura. Es por eso que ordené que se clausure la prisión en la Bahía de Guantánamo. Y es por eso que he reiterado el compromiso de Estados Unidos de cumplir con el Tratado de Ginebra. Perdemos nuestra identidad cuando no cumplimos los ideales mismos que estamos luchando por defender. (Aplausos.) Y honramos dichos ideales al cumplir con ellos no sólo cuando es fácil, sino cuando es difícil.

He hablado extensamente sobre asuntos que debemos sopesar con la razón y el corazón cuando optamos por librar guerra. Pero permítanme pasar ahora a nuestro esfuerzo por evitar opciones tan trágicas y hablar sobre tres maneras en que podemos promover una paz justa y duradera.

En primer lugar, al tratar con aquellos países que trasgreden normas y leyes, creo que debemos desarrollar alternativas a la violencia que son suficientemente firmes como para cambiar la conducta, pues si queremos una paz duradera, entonces las palabras de la comunidad internacional deben tener peso. Se debe hacer que aquellos regímenes que van en contra de las normas rindan cuentas por sus actos. Las sanciones deben conllevar un escarmiento real. La intransigencia debe combatirse con mayor presión, y esa presión existe sólo cuando el mundo actúa al unísono.

Un ejemplo urgente es el esfuerzo por evitar la proliferación de armas nucleares y lograr un mundo sin ellas. A mediados del siglo pasado, las naciones acordaron regirse por un tratado con un objetivo claro: todos tendrán acceso a la energía nuclear pacífica; quienes no tienen armas nucleares deben renunciar a ellas, y quienes tienen armas nucleares deben procurar el desarme. Me he comprometido a plasmar este tratado. Es el eje de mi política exterior. Y estoy trabajando con el Presidente Medvedev para reducir las reservas de armas nucleares de Estados Unidos y Rusia.

Pero también nos incumbe a todos insistir en que países como Irán y Corea del Norte no jueguen con el sistema. Quienes afirman respetar las leyes internacionales no deben hacer caso omiso de cuando se incumplen dichas leyes. Quienes se interesan por su propia seguridad no pueden cerrar los ojos ante el peligro de una carrera armamentista en el Oriente Medio o el Extremo Oriente. Quienes procuran la paz no pueden permanecer cruzados de brazos mientras los países se arman para una guerra nuclear.

El mismo principio se aplica a quienes incumplen con las leyes internacionales al tratar brutalmente a su propio pueblo. Cuando hay genocidio en Darfur; violaciones sistemáticas en el Congo, o represión en Birmania, deben haber consecuencias. Sí, habrá acercamiento; sí, habrá diplomacia – pero tienen que haber consecuencias cuando esas cosas fallen. Y mientras más unidos estemos, menores las probabilidades de que nos veamos forzados a escoger entre la intervención armada y la complicidad con la opresión.

Esto me lleva al segundo punto: el tipo de paz que buscamos. Pues la paz no es simplemente la ausencia de un conflicto visible. Solamente una paz justa y basada en los derechos inherentes y la dignidad de todas las personas realmente puede ser perdurable.

Fue este entendimiento lo que motivó a quienes redactaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos después de la Segunda Guerra Mundial. Tras la devastación, reconocieron que si no se protegen los derechos humanos, la paz es una promesa vana.

Sin embargo, con demasiada frecuencia, se ignoran estas palabras. En algunos países, la excusa para no defender los derechos humanos es la falsa sugerencia de que éstos son principios occidentales, extraños a culturas locales o etapas de desarrollo de una nación. Y dentro de Estados Unidos, desde hace tiempo existe tensión entre quienes se describen como realistas o idealistas, una tensión que polariza las opciones: una mera lucha en defensa de nuestros intereses o una campaña interminable por imponer nuestros valores alrededor del mundo.

Rechazo estas opciones. Creo que la paz es inestable cuando se les niega a los ciudadanos el derecho a hablar libremente o practicar su religión como deseen; escoger a sus propios líderes o congregarse sin temor. Los agravios que no se ventilan empeoran, y la supresión de identidad tribal y religiosa puede llevar a la violencia. También sabemos que lo opuesto es cierto. Sólo cuando Europa obtuvo la libertad pudo finalmente encontrar la paz. Estados Unidos nunca ha librado una guerra contra una democracia, y nuestros amigos más cercanos son los gobiernos que protegen los derechos de sus ciudadanos. Independientemente de la frialdad con que se definan, no se satisfacen los intereses de Estados Unidos ni del mundo con la negación de las aspiraciones humanas.

Entonces, incluso mientras respetamos las culturas y tradiciones particulares de diferentes países, Estados Unidos siempre será una voz para las aspiraciones universales. Daremos testimonio de la silenciosa dignidad de reformistas como Aung Sang Suu Kyi; de la valentía de los zimbabuenses que emitieron sus votos a pesar de golpizas; de los cientos de miles que han marchado silenciosamente por las calles de Irán. Dice mucho el que los líderes de estos gobiernos les teman a las aspiraciones de sus propios pobladores más que al poder de cualquier otra nación. Y es la responsabilidad de todas las personas libres y los países libres dejarles en claro a estos movimientos que la esperanza y la historia están de su lado.

Permítanme decir esto también: la promoción de los derechos humanos no puede limitarse a la exhortación. A veces, debe ir acompañada de laboriosa diplomacia. Sé que el trato con regímenes represivos carece de la grata pureza de la indignación. Pero también sé que las sanciones sin esfuerzos de alcance –y la condena sin discusión– pueden mantener un status quo agobiante. Ningún régimen represivo puede ir por un nuevo sendero a no ser que tenga la opción de una puerta abierta.

En vista de los horrores de la Revolución Cultural, la reunión de Nixon con Mao parecía inexcusable, pero no hay duda de que ayudó a llevar a China por un camino en el cual millones de sus ciudadanos han podido salir de la pobreza y conectarse con sociedades abiertas. Los lazos del Papa Juan Pablo con Polonia creó un espacio no sólo para la Iglesia Católica sino también para líderes sindicales como Lech Walesa. Los esfuerzos de Ronald Reagan por el control de armas y la aceptación de la perestroika no sólo mejoraron las relaciones con la Unión Soviética sino que les otorgó poder a disidentes en toda Europa Oriental. No existe una fórmula simple. Pero debemos tratar de hacer lo posible por mantener el equilibrio entre el ostracismo y la negociación; la presión y los incentivos, de manera que se promuevan los derechos humanos y la dignidad con el transcurso del tiempo.

En tercer lugar, una paz justa incluye no sólo derechos civiles y políticos, sino que debe abarcar la seguridad económica y las oportunidades, pues la paz verdadera no es solamente la falta de temor, sino también la falta de privaciones.

No hay duda de que el desarrollo rara vez echa raíces sin seguridad; también es cierto que la seguridad no existe cuando los seres humanos no tienen acceso a suficiente alimento, el agua potable o los medicamentos que necesitan para sobrevivir. No existe cuando los niños no pueden aspirar a una buena educación o un empleo decente que mantenga a una familia. La falta de esperanza puede corromper a una sociedad desde su interior.

Y es por eso que ayudar a los agricultores a alimentar a su propia gente, o a los países a educar a sus niños y a cuidar a los enfermos no es simplemente caridad. También es el motivo por el cual el mundo debe unirse para hacerle frente al cambio climático. Hay pocos científicos que no estén de acuerdo en que si no hacemos algo, enfrentaremos más sequías, hambruna y desplazamientos masivos que alimentarán más conflictos durante décadas. Por este motivo, no son sólo los científicos y activistas los que proponen medidas prontas y enérgicas; también lo hacen los líderes militares de mi país y otros que comprenden que nuestra seguridad común está en juego.

Acuerdos entre naciones. Instituciones sólidas. Apoyo a los derechos humanos. Inversiones en desarrollo. Todos éstos son ingredientes vitales para propiciar la evolución de la cual habló el Presidente Kennedy. Sin embargo, no creo que tendremos la voluntad, la determinación o la resistencia para concluir esta labor sin algo más: esto es, la expansión continua de nuestra imaginación moral; una insistencia en que hay algo intrínseco que todos compartimos.

Al reducirse el mundo, uno pensaría que iba a ser más fácil que los seres humanos reconozcamos lo similares que somos; que comprendamos que todos nosotros queremos básicamente lo mismo; que todos anhelamos la oportunidad de vivir con cierto grado de felicidad y satisfacción para nosotros y nuestra familia.

Sin embargo, dado el vertiginoso ritmo de la globalización y la homogenización cultural promovida por la modernidad, no debería sorprendernos que la gente tema perder lo que aprecia de su identidad particular: su raza, su tribu y quizá más que nada, su religión. En algunos lugares, este temor ha producido conflictos. A veces, incluso parecemos estar retrocediendo. Lo vemos en el Oriente Medio, donde el conflicto entre árabes y judíos parece estar agravándose. Lo vemos en los países donde las divisiones tribales causan estragos.

Y más peligroso aun, lo vemos en la manera en que se usa la religión para justificar el asesinato de inocentes por personas que han distorsionado y profanado la gran religión del Islam, y que atacaron a mi país desde Afganistán.

Estos extremistas no son los primeros en matar en nombre de Dios; hay amplia constancia de las atrocidades de las Cruzadas. Pero nos recuerdan que ninguna Guerra Santa puede ser jamás una guerra justa, pues si uno realmente cree que cumple con la voluntad divina, entonces no hay necesidad de templanza, no hay necesidad de perdonarle la vida a una madre embarazada o a un asistente médico, o trabajador de la Cruz Roja, ni siquiera a una persona de la misma religión. Una perspectiva tan distorsionada de la religión no sólo es incompatible con el concepto de la paz, sino también creo que es incompatible con el propósito de la fe, pues la regla de vital importancia en todas las principales religiones es tratar a los demás como te gustaría que te traten a ti.

Cumplir con esta ley de amor siempre ha sido el foco en la lucha de la naturaleza humana. No somos infalibles. Cometemos errores y caemos presa de las tentaciones del orgullo y el poder, y a veces la maldad. Incluso aquellos de nosotros con las mejores intenciones a veces dejamos de rectificar los errores ante nosotros.

Pero no tenemos que pensar que la naturaleza humana es perfecta para continuar creyendo que se puede perfeccionar la condición humana. No tenemos que vivir en un mundo idealizado para seguir aspirando a los ideales que lo harían un lugar mejor. La no violencia que practicaban hombres como Gandhi y King quizá no sea práctica o posible en todas las circunstancias, pero el amor que predicaron, su fe en el progreso humano, siempre debe ser la estrella que nos guíe en nuestra travesía.

Pues si perdemos esa fe, si la descartamos como tonta o ingenua, si existe un divorcio entre ésta y las decisiones que tomamos sobre asuntos de guerra y paz… entonces perdemos lo mejor de nuestra humanidad. Perdemos nuestro sentido de lo que se puede lograr. Perdemos nuestro compás moral.

Al igual que las generaciones anteriores a la nuestra, debemos rechazar ese futuro. Como dijo el Dr. King en una ceremonia similar hace tantos años, “Me rehúso a aceptar la desesperanza como la respuesta final a la ambigüedad de la historia. Me rehúso a aceptar la idea de que la realidad actual de la naturaleza humana haga que el hombre sea moralmente incapaz de alcanzar las aspiraciones eternas que siempre enfrenta”.

Aspiremos al mundo que debería existir: esa chispa de divinidad que aún llevamos como inspiración en el alma. (Aplausos.)

Hoy en algún lugar, en estos precisos momentos, en el mundo como lo es, un soldado ve que alguien lo sobrepasa en potencia de fuego pero permanece firme para mantener la paz. Hoy en algún lugar de este mundo, una joven manifestante aguarda la brutalidad de su gobierno, pero tiene la valentía de seguir marchando. Hoy en algún lugar, una madre enfrenta una pobreza devastadora pero de todos modos se da tiempo para enseñarle a su hijo, junta las pocas monedas que tiene para enviar a ese niño a la escuela porque cree que un mundo cruel todavía puede dar cabida a sus sueños.

Vivamos siguiendo su ejemplo. Podemos reconocer que la opresión siempre estará entre nosotros y aun así, esforzarnos por lograr la justicia. Podemos admitir la inflexibilidad de la depravación y aun así, esforzarnos por lograr la dignidad. De ojos abiertos, podemos comprender que habrá guerras y aun así, esforzarnos por lograr la paz. Podemos hacerlo, pues ésa es la historia del progreso humano; ésa es la esperanza de todo el mundo, y en este momento de desafíos, ésa debe ser nuestra labor aquí en la Tierra.

Muchas gracias. (Aplausos.)

jueves, 10 de septiembre de 2009

"¡Basta de juegos, es tiempo de acción!"

EM., Int., 10-09-09.

En un tono a veces desafiante, Obama pidió al Congreso apurar la reforma de la salud, defendió el proyecto y aclaró sus puntos más controvertidos.

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"Yo no soy el primer Presidente en impulsar esta causa, pero estoy determinado en ser el último", afirmó anoche un desafiante Barack Obama frente al Congreso en pleno, defendiendo lo que desde su campaña electoral anunció como su "proyecto estrella": la reforma al sistema de salud, que sigue estancada en medio de una fuerte resistencia republicana y de algunos miembros de su partido.

"Ha pasado casi un siglo desde que Theodore Roosevelt llamó por primera vez a una reforma sanitaria", recordó el Mandatario estadounidense. "Nuestro fracaso colectivo a la hora de enfrentar este desafío, año tras año, décadas tras década, nos ha llevado a un momento crucial", añadió Obama ante los legisladores, a los que advirtió que no está más dispuesto a "perder el tiempo".

"En vez de un debate honesto -aseguró el Presidente-, hemos visto tácticas para asustar" a los estadounidenses. "Demasiados utilizaron esta oportunidad para ganar puntos políticos de corto plazo", se quejó, haciendo referencia al "espectáculo partidista" que, a su juicio, brindaron en Washington legisladores opuestos a la reforma.

Obama les dijo a los parlamentarios republicanos que las puertas de su oficina estaban abiertas para recibir sus propuestas, en la medida en que éstas no intenten boicotear su proyecto. "No perderé tiempo con los que han hecho el cálculo de que políticamente es mejor matar este plan que mejorarlo", afirmó.
En tono retador, advirtió: "El tiempo de las riñas se acabó (...) Basta de juegos, es tiempo de acción".

Tres objetivos.

Los objetivos del plan son tres, explicó Obama en su discurso: suministrar un seguro a los que carecen de ello, dar más seguridad y estabilidad a los que ya lo tienen y reducir los costes sanitarios para las familias, las empresas y el gobierno.

Dirigiéndose a la opinión pública, el Presidente aclaró: "Nada en nuestro plan requiere que usted cambie lo que ya tiene", en referencia a las pólizas privadas que paga la inmensa mayoría de trabajadores y empresas, y que algunos ciudadanos temen que sean cambiadas por una opción pública.

En cambio, detalló Obama, las aseguradoras deberán garantizar libre acceso a todos los que quieran una póliza, sin discriminar ni rechazar por tener problemas de salud previos, ni modificar la cobertura por enfermedades imprevistas.

El proyecto, recordó, hará que sea ilegal que las aseguradoras cancelen las pólizas cuando el asegurado caiga enfermo de ciertas enfermedades. Y pondrá límites a los gastos extras que podrán reclamar las aseguradoras.

Para los aproximadamente 46 millones de estadounidenses sin cobertura, el gobierno se compromete a crear una especie de bolsa de seguros médicos, a la que individuos y empresas podrán acudir para buscar la póliza que les convenga, a precios competitivos. Esa bolsa sería una intervención del gobierno federal.

Todo ello costaría en torno a US$ 900.000 millones, reconoció Obama, quien aseguró que ese dinero no se añadiría al galopante déficit público.

Obama también tildó de "mentira, pura y simple" las acusaciones de que su reforma conllevaría la creación de unos supuestos "tribunales de la muerte" en los cuales doctores y administradores podrían determinar qué pacientes de la tercera edad merecen tratamiento médico.

Además, desmintió que la reforma vaya a asegurar a inmigrantes ilegales, tal como se ha dicho. Cuando pronunció esto, una voz proveniente del lado derecho del auditorio, donde se agrupaban los legisladores republicanos, gritó: "¡Mientes!".

Respuesta republicana.

La reacción republicana en el Congreso deja presagiar que la colaboración bipartidaria no será fácil en el tramo final del debate. A nombre del partido, el representante de Luisiana, Charles Boustany, afirmó que "es tiempo de recomenzar con un plan de sentido común, bipartidario", pero criticó la versión de la reforma aprobada en julio por la Comisión de Salud del Senado. "Crea 53 nuevas entidades burocráticas gubernamentales, añade cientos de millones de dólares a la deuda nacional y aumenta en cerca de 600.000 millones de dólares los impuestos a los generadores de empleo", criticó.

"No perderé tiempo con los que han hecho el cálculo de que políticamente es mejor matar este plan que mejorarlo".Barack Obama

Repercusión en la prensa.

The Washington Post: "En su discurso en el Congreso, Barack Obama hizo lo que mucha gente le ha instado hace tiempo que haga, comenzar a poner su propia estampa en la legislación y enmarcar el debate en términos que tendrán apoyo público".

The New York Times: "El discurso de anoche fue más que sobre salud. Fue un esfuerzo de este aún nuevo Presidente para demostrar su autoridad a un Congreso que había empezado a cuestionar su fortaleza (...) y mostrar que él no era otro Jimmy Carter: un académico, algo distante, un administrador a pequeña escala que quizás no estaba listo para ser el jefe de la nación".

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Gobierno electrónico: Obama 2.0.

EM, EE, 09-09-09.

Su sello de campaña fue la cercanía con la gente. Y ha cumplido, valiéndose del uso de herramientas 2.0 como Facebook, twitter y flickr en el sitio de la casa blanca.

Por Catalina Correia C.

Obama paseando de la mano con su señora por la playa. Obama con la familia en pleno en el cine. Obama jugando con sus niñas. Obama y el perro de agua portugués. Todas imágenes a las que hemos tenido acceso no gracias a un indiscreto paparazzi, sino porque corresponden a la política 2.0 de la Casa Blanca.

Fue su sello de campaña. El político logró distanciarse de su contendora, Hillary Clinton, utilizando las redes sociales como Facebook, Twitter y You Tube, para llevar su mensaje a los norteamericanos, y más importante aún, para escucharlos (algo que aquí en Chile los políticos están lejos de entender).

La cercanía y ese atributo tan difícil de definir que es la empatía, hicieron que se impusiera al republicano John McCain. Y cuando asumió la presidencia de Estados Unidos, quedó claro que no serían sólo promesas. Al segundo de ser investido como mandatario, la página web de la Casa Blanca (www.whitehouse.gov) mostró su nueva cara, mucho más amable gracias al uso de herramientas 2.0, que permiten una comunicación bidireccional entre los ciudadanos y el gobierno.
El responsable de estos cambios es Macon Phillips, director de nuevos medios de la Casa Blanca, un cargo creado por el propio Obama. Un hombre común y corriente, que al asumir este desafío anunció que no tenía ningún tipo de relación con materias gubernamentales más allá de las de ser un contribuyente.

Una de las innovaciones más impactantes ha sido la implementación de un sistema de comunicación con sus compatriotas a través de internet, donde responde en vivo a preguntas que ciudadanos comunes y corrientes envían previamente.

Este tipo de reuniones han servido para debatir temas problemáticos para el país del norte, como salud y economía.

e-Participación.

El sitio cuenta también con un blog, el que ocupa un lugar destacado dentro de la portada, donde miembros del gobierno dan cuenta de su opinión sobre distintos temas, en un lenguaje común y cercano. Los ciudadanos pueden acceder también a la sección de noticias, suscribirse al RSS del blog (una forma de saber qué es lo último que se ha publicado) o inscribirse para recibir las últimas novedades en su correo electrónico.

Presidente TI.

A Obama no le vienen con cuentos. Lo de la tecnología no es una moda ni una estrategia política para mantener contentos a los contribuyentes. Siempre ha sido un fanático de las tecnologías, desde sus comienzos como abogado en Chicago. Por ejemplo, no se despega de su Blackberry en ningún minuto. El tema se convirtió en asunto de Estado, cuando el futuro presidente señaló que jamás abandonaría su teléfono inteligente, aun cuando por razones de seguridad no era recomendable. Finalmente lo consiguió, muy a pesar de sus asesores. Pero donde manda capitán...

domingo, 26 de julio de 2009

Controversia racial.

EM., Int., 23-07-09.

Obama se involucra en aguda polémica racial al criticar arrestos de negros y latinos.

El Mandatario criticó la detención de un profesor universitario negro: "En este país hay una larga historia de detenciones injustificadas de afro-estadounidenses y latinos por la policía".

MASSACHUSETTS.- El Presidente Barack Obama dice que en Estados Unidos hay toda una historia de un trato potencialmente discriminatorio hacia negros e hispanos, al salir en defensa de un académico negro que fue arrestado en su casa por la policía de Boston.

En respuesta a Obama -quien mencionó la "larga historia de detenciones injustificadas" de negros y latinos por parte de la policía, en referencia al arresto del académico negro Henry Louis Gates- el sargento de policía blanco que realizó ese arresto se declaró el jueves decepcionado, afirmando que el Mandatario habló sin conocer todos los hechos.

La semana pasada, el sargento James Crowley acudió a la casa de Gates cerca de la Universidad de Harvard debido a una denuncia de robo y exigió al académico que le mostrara un documento de identidad. La policía dice que éste se negó y acusó al policía de racista. Gates fue acusado de desorden público. El cargo fue desestimado el martes y Gates exigió luego que el policía se disculpe.

El caso motivó una pregunta a Obama, quien es amigo de Gates, al final de una conferencia de prensa televisada sobre salud pública el miércoles por la noche.

"Me parece justo decir, primero, que cualquiera de nosotros estaría enfadado", dijo Obama. "Segundo, la policía de Cambridge actuó de manera estúpida al arrestar a alguien cuando ya estaba demostrado que se encontraba en su propia casa. Y, tercero —algo que sabemos es aparte del incidente—, en este país hay una larga historia de detenciones injustificadas de afro-estadounidenses y latinos por la policía. Es un hecho".

Entrevistado por una radioemisora el jueves, Crowley afirmó que no había hecho nada malo al detener a Gates. "Apoyo al presidente hasta cierto punto, (pero) sí, me decepciona que se haya metido en lo que es un asunto local y que se resuelve aquí", dijo. "Como dijo él mismo... no conoce todos los hechos".

Crowley no respondió de inmediato a los pedidos de declaraciones de The Associated Press. Gates, director del Instituto W.E.B. Du Bois de Investigaciones Africanas y Afro-estadounidenses de Harvard, dijo que estaba "indignado" por el arresto, que revelaba la "vulnerabilidad de los hombres negros en Estados Unidos".

Crowley dijo que no se disculpará y el sindicato policial le expresó su apoyo "pleno e incondicional".

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EM., Int., 23-07-09.

Se abre debate sobre el tema racial en Estados Unidos:

Obama desata polémica al calificar de "estúpido" el actuar de la policía que arrestó a profesor negro.

El oficial a cargo de la detención de Henry Louis Gates, académico de Harvard, dijo ayer estar "decepcionado" del Presidente, y que éste opinó sin conocer todos los hechos.

BARACK OBAMA, Presidente de EE.UU: "La policía actuó de manera estúpida al detenerlo, cuando la prueba de su inocencia era que él estaba en su propia casa".

JAMES CROWLEY, Policía que detuvo al académico negro: "Apoyo al Presidente hasta cierto punto, (pero) sí, me decepciona que se haya metido en lo que es un asunto local y que se resuelve aquí".

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Sin proponérselo, el Presidente de EE.UU., Barack Obama, desató una polémica racial al calificar de "estúpido" el comportamiento de un policía que la semana pasada detuvo a un destacado profesor negro de la universidad de Harvard en su domicilio, confundiéndolo con un ladrón. El ofical que dirigió el arresto se declaró ayer "decepcionado" del Mandatario, y afirmó que éste habló sin conocer todos los hechos.

Obama dijo la noche del miércoles, al final de una conferencia de prensa, que en Estados Unidos hay toda una historia de un trato potencialmente discriminatorio hacia negros e hispanos, al salir en defensa de Henry Louis Gates (58), el destacado académico negro.

"Me parece justo decir, primero, que cualquiera de nosotros estaría enfadado", dijo Obama. "Segundo, la policía de Cambridge actuó de manera estúpida al arrestar a alguien cuando ya estaba demostrado que se encontraba en su propia casa", prosiguió el Presidente.

"Sospechoso".

La semana pasada, el profesor Gates se vio obligado a forzar la puerta de entrada de su casa, ya que había olvidado sus llaves. Momentos después recibió la visita de la policía, que se presentó en el lugar alertada por una vecina que pensó que se trataba de un ladrón, recuerda el diario The New York Times.

El sargento Crowley acudió a la casa de Gates, cerca de la Universidad de Harvard, y le exigió al académico que le mostrara un documento de identidad. El catedrático mostró al agente tal papel y también acreditó que estaba en su domicilio, pero resultó detenido por perturbar el orden público.

Según el policía, Gates montó en cólera después de que se le pidiera la identificación y "siguió gritando aunque se le advirtió varias veces. Pudo resolver la situación tranquilizándose o volviendo a entrar en la casa".

Gates al momento de su arresto calificó a los agentes de racistas, exclamando:

"Es así como se trata a los negros en EE.UU.".

Los cargos fueron desestimados el pasado martes y el académico, quien es director del Instituto W.E.B. Du Bois de Investigaciones Africanas y Afroestadounidenses de Harvard, exigió que el policía se disculpe.

Añadió que estaba "indignado" por el arresto, y que el hecho revelaba la "vulnerabilidad de los hombres negros".

Fuerte debate.

Además de la molestia del sargento Crowley, el departamento de policía al que pertenece manifestó públicamente su solidaridad hacia el oficial (ver recuadro), y en todos los diarios y medios de ese país se formó un gran debate sobre el tema racial.

Ante la polémica desatada Obama volvió a referirse al tema ayer en la tarde. "Debo decir que estoy sorprendido por la controversia surgida por mi declaración, porque creo que fue una simple observación de que muy probablemente no era necesario esposar a un tipo, un hombre de mediana edad que utiliza un bastón, que está en su propia casa", dijo al canal ABC.

Entrevistado ayer, James Crowley afirmó que no había hecho nada malo al detener a Gates. "Apoyo al Presidente Obama hasta cierto punto, (pero) sí, me decepciona que se haya metido en lo que es un asunto local y que se resuelve aquí", aseguró Crowley. "Como dijo él mismo... no conoce todos los hechos", añadió el oficial, según la AP.

Crowley dijo que no se disculpará y el sindicato policial le expresó su apoyo "pleno e incondicional".

Obama no fue el único personaje que se refirió al tema. El portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, salió a defender los dichos de Obama.

"Debemos precisar. (Obama) No trató de estúpido al policía. Sólo quería decir que en cierto momento la situación se le escapó de las manos y pienso que todas las partes están de acuerdo sobre esto", indicó, de acuerdo a Ansa.

Para Ralph Richard Banks, profesor de leyes de la universidad de Stanford, la situación planteada tras el arresto, es compleja. "El oficial, en lugar de tratar al profesor Gates como un miembro respetado de la facultad de Harvard, probablemente esperaba más deferencia de él porque era negro. El profesor Gates, a su vez, probablemente actuó más desafiantemente debido a que el oficial era blanco".

El académico de Stanford, agregó al sitio web de The New York Times, que "de la misma forma que el policía pudo suponer que Gates no pertenecía a ese barrio de clase alta, el profesor pudo presumir que Crowley era un racista, con la intención de hostigarlo". Eso sí, cree que Crowley sobrerreaccionó.

El acusado tiene su defensa.

James Crowley, el policía que detuvo la semana pasada al académico negro, es un especialista en "etiquetamiento racial" en la academia de Policía de Massachusetts, donde dicta un curso sobre el tema desde hace cinco años, informó ayer la agencia AP.

El director de la academia, Thomas Fleming, dijo que Crowley es un "buen modelo" para los cadetes y que por eso fue elegido para el puesto por el entonces jefe de policía, Ronny Watson, quien es de raza negra.

En su curso, Crowley debe enseñar a los cadetes a no hacer diferencias entre las personas por su origen étnico.

El sindicato de policías respaldó ayer a Crowley, y criticó a Barack Obama por haber definido como "estúpida" a la policía de Cambridge, Massachusetts.

"Obama no estaba allí, no sabe qué ocurrió", dijo Jim Pascoe, director de la oficina legislativa del Fraternal Order of Police a propósito del comentario.

Según Pascoe, el profesor Henry Louis Gates "provocó al policía que lo detuvo" en lugar de mostrarle un documento de identificación.

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EM., Int., 25-07-09.

Fuerte controversia racial en Estados Unidos:

Obama pide disculpas e invita a una cerveza al policía y al profesor de la polémica racial.

Reconoció que se refirió en forma "desafortunada" a la detención del académico negro. El Presidente invitó una cerveza en la Casa Blanca al sargento y al profesor de la polémica. En uno de sus libros, el Mandatario comenta cómo ha sufrido la discriminación. Agentes policiales de varias razas criticaron al gobernante.

El Presidente reconoció que actuó mal al calificar de "estúpido" el proceder policial en la detención del académico negro.

Se suele decir que es bueno admitir los errores propios, y si es el propio Presidente de EE.UU. el que da el ejemplo, por algo será. Barack Obama intentó ayer calmar una controversia racial y reconoció que había elegido mal su manera de expresarse sobre el arresto del profesor negro Henry Louis Gates Jr. al decir que "podría haber calibrado esas palabras de distinta manera", y lo invitó a él y al policía que lo detuvo a tomar una cerveza en la Casa Blanca.

Obama irrumpió en la rueda de prensa cotidiana de su portavoz y dijo que llamó por teléfono a James Crowley, el oficial blanco que arrestó a Gates y que esa conversación le confirmó que el sargento es un buen hombre y un oficial sobresaliente. Añadió que más tarde había hablado con el académico de Harvard.

El Presidente causó una pequeña conmoción días atrás cuando dijo en una conferencia de prensa en horario estelar que la policía de Cambridge, Massachusetts, "actuó de manera estúpida" al arrestar por alteración del orden público a Gates, un muy destacado académico y amigo suyo, indicó AP.

"El hecho de que haya suscitado tanta atención creo que es testimonio de que estos temas siguen siendo muy sensibles en Estados Unidos", dijo. "En la medida en que la elección de mis palabras no aclararon, sino al contrario, contribuyeron a la efervescencia de los medios, creo que fue desafortunada", reconoció Obama, aunque sin pedir disculpas explícitamente.

Por la fuerza.

"Al final de la conversación -relató el Presidente- hablamos de tomar una cerveza aquí en la Casa Blanca con él y el profesor Gates", agregó.

The New York Times indicó en su sitio web que si bien Obama no usó específicamente la palabra "disculpas", sus ayudantes dijeron que ese era el sentimiento que le había transmitido al oficial Crowley.

Obama conoce a Gates desde la época en que él también era profesor en Harvard.

Especializado en asuntos afroamericanos en esa prestigiosa universidad, Gates fue arrestado el 16 de julio pasado tras forzar la puerta de su propia casa porque no encontraba las llaves a su regreso de un viaje.

La policía de Cambridge había sido alertada por una vecina que pensó que se trataba de un robo. Crowley llegó al lugar y le pidió una identificación a Gates.

Al comienzo se negó, pero luego le mostró su credencial de la universidad, y, según el sargento, comenzó a gritar que estaba sufriendo tratos discriminatorios, y lo arrestó por alterar el orden público, cargos que fueron luego abandonados.

Hasta ahí la controversia fue más bien local, pero fue la intervención de Obama lo que elevó la polémica a nivel nacional, y la convirtió en noticia en todo el mundo.

Desde entonces, en la televisión y en los blogs se discutía si se le había pasado la mano al primer Presidente negro de EE.UU., cuando, delante de millones de telespectadores, arremetió contra el policía blanco, considerando que él mismo admitió desconocer los detalles del incidente, comenta DPA.

NEWT GINGRICH Líder republicano: "(Obama) fue muy sabio en llamar al policía que había criticado en la rueda de prensa; fue una manera muy elegante de disculparse".

BARACK OBAMA: "Creo que por desgracia di la impresión de estar injuriando a la Policía (...) podría haber calibrado esas palabras de distinta manera".

La molestia de los oficiales.

Horas antes de la intervención de Obama, sindicatos de policía y colegas de variadas razas de James Crowley cerraron filas con él. Dennis O'Connor, presidente de la Asociación de Oficiales Superiores de la Policía de Cambridge, dijo que Obama agravó la situación "al sugerir que de alguna forma el caso pone en evidencia la historia de abusos raciales en el país".

Steve Killian, presidente de la Asociación de Oficiales de los Patrulleros de Cambridge, también opinó que Obama "debería disculparse ante el personal policial de todo el país".

El Presidente y el tema del color de piel.

Claramente, el tema racial ha sido importante en la carrera de Obama. En su libro "The Audacity of Hope" (2006), el Presidente escribe que él personalmente ha sentido la discriminación: "Guardias que me siguen en una tienda, parejas blancas que me dan las llaves de sus autos (para que se los vaya a buscar) si estoy parado frente a un restaurante, esperando que me traigan el mío; patrulleros que me detienen y me interrogan sin razón aparente. Sé lo que es que la gente me diga que no puedo hacer algo por el color de mi piel. Y conozco el sabor amargo de la furia contenida".

El periodista Ellis Cose, autor de "The Rage of a Privileged Class" recordó a AP que en el Senado de Illinois, Obama auspició proyectos de ley para combatir la discriminación racial derivada del aspecto de una persona.

domingo, 19 de julio de 2009

Obama insta a jóvenes negros a que aspiren a ser más que "sólo basquetbolistas o raperos"

EM., Int., 18-07-09.

En una apasionada alocución ante la NAACP, la mayor organización de derechos civiles de los afroamericanos, el Presidente de EE.UU. hizo un llamado a la comunidad de color a cambiar de mentalidad. Fue la primera vez que el mandatario aborda el tema de la discriminación racial desde que llegó a la Casa Blanca.

"Ser afroamericano y vivir en un barrio pobre no son razones para tener malas notas o abandonar los estudios".

"Para los padres, no basta con mandar a nuestros hijos a la escuela y luego abandonarlos cuando llegan a casa. Tenemos que aceptar nuestras responsabilidades".

"Dejen de decirles a sus hijos que, porque son de cierta raza, hay cosas que siempre les estarán limitadas. ¡Quiero que vean un horizonte ilimitado!".

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En su primer discurso acerca de la discriminación racial desde que llegó a la Casa Blanca, el Presidente Barack Obama llamó a los jóvenes negros de EE.UU. a que aspiren a ser más que basquetbolistas o estrellas del rap.

En Nueva York, ante cinco mil miembros de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP), la organización por los derechos civiles más grande de Estados Unidos y que el jueves cumplió 100 años, el Mandatario señaló que "el dolor de la discriminación" aún se siente en Estados Unidos, pero que los padres negros deben enseñar a sus hijos que no "hay excusas" para rendir menos de lo esperado.

"Tenemos que decirles a nuestros hijos: sí, si eres afroamericano, las posibilidades de crecer entre la delincuencia y las bandas son mayores; sí, si vives en un barrio pobre, te enfrentarás a dificultades que algunos en los barrios residenciales ricos no tienen que sortear. Pero esas no son razones para tener malas notas, esas no son razones para faltar a clase o para abandonar los estudios. ¡Basta de excusas! Nadie ha escrito tu destino por ti. Tu destino está en tus manos. ¡No hay excusas!".

También apeló a los padres. "Debemos aceptar nuestras responsabilidades. Eso significa apartar la consola (de juegos de video) y acostar a los niños a una hora razonable, ir a las reuniones con profesores, leer a los niños y ayudarles con la tarea".

El Presidente señaló que la discriminación aún la sufren "las mujeres afroamericanas a quienes se les paga menos por hacer el mismo trabajo que sus colegas de raza y género diferentes". Sin embargo, dijo creer que pese a todo "probablemente nunca ha habido menos discriminación racial en Estados Unidos de la que hay actualmente".

Por eso Obama instó a la comunidad afroamericana a cambiar de mentalidad.

"Los programas del gobierno no van a conseguir por sí solos que nuestros hijos lleguen a la tierra prometida. Necesitamos una nueva mentalidad, un nuevo conjunto de actitudes", destacó el Mandatario.

Según Obama, la comunidad negra ha "interiorizado una serie de limitaciones" que les hacen esperar "muy poco del mundo y de ellos mismos".

Adoptando un apasionado estilo de predicador negro, Obama llamó a los niños afroamericanos a abrazar modelos que vayan más allá de la estrella del básquetbol LeBron James o del rapero Lil Wayne.

"Quiero que aspiren a ser científicos e ingenieros; doctores y profesores, no sólo basquetbolistas y raperos. Quiero que aspiren a ser un juez de la Corte Suprema. Quiero que aspiren ser Presidente de los Estados Unidos de América", exclamó Obama, desatando efusivos aplausos de la audiencia.

Obama incluso apelo a su propia historia de vida. "Mi vida, fácilmente, podría haber girado hacia lo peor", dijo. Pero según destacó, él contó con una madre que lo empujó y le inculcó la importancia de la educación. Hoy, para los negros, la educación es el arma principal para completar la obra que empezaron Martin Luther King y los titanes de la lucha por los derechos civiles, concluyó el Mandatario.

El discurso de la noche del jueves, que se prolongó por 45 minutos, fue el primero que dio Obama acerca del tema racial en EE.UU. desde que fue forzado a obviarlo durante la campaña presidencial tras la controversia por los incendiarios dichos de su ex pastor, el reverendo Jeremiah Wright, señala The Times.

En abril del año pasado, Wright afirmó en entrevistas, conferencias y sermones, que EE.UU. se merecía el atentado del 11-S de 2001, o que ese país creó el sida para infectar a la población negra de África.

La NAACP es una gigantesca organización cuyo propósito es el de mantener viva la llama del antirracismo y que actualmente mueve dinero e influencias de considerable magnitud.