domingo, 25 de enero de 2009

Obama, atascado en un embrollo.

PAUL KRUGMAN.
Nobel Economía 2008.
EM., EyN., 24.01.09.

Al igual que todo el mundo que pone atención a los negocios y a las noticias financieras, yo estoy en un estado de mucha ansiedad económica. Como todo el mundo de buena voluntad, esperaba que el discurso de investidura del Presidente Obama ofreciera cierta tranquilidad; sin embargo, no fue así. Terminé el martes menos seguro de la dirección de la política económica que lo que estaba en la mañana.

Para ser claro, no hubo nada notoriamente malo con el discurso; aunque para aquellos que todavía esperaban que Obama liderara el camino hacia una atención de salud universal, fue decepcionante que él hablara sólo del costo excesivo de la salud, sin mencionar ni siquiera una vez la difícil situación de los no asegurados y de aquellos semi asegurados.

No obstante, mi problema real con el discurso, en materias económicas, fue su convencionalismo. En respuesta a una crisis económica sin precedentes -o, más precisamente, una crisis cuyo único real precedente es la Gran Depresión- Obama hizo lo que aquellos de Washington hacen cuando quieren sonar serios: habló, más o menos en abstracto, de la necesidad de hacer elecciones difíciles y enfrentar resueltamente los intereses especiales. Eso no es suficiente. De hecho, no es ni siquiera correcto.

De este modo, en su discurso Obama atribuyó la crisis económica en parte a "nuestro falla colectiva para hacer elecciones difíciles y preparar a la nación para una nueva era"; pero no tengo idea de lo que él quiso decir. Ésta es, primero que todo, una crisis que tuvo su origen en una industria financiera incontrolable. Y si no contuvimos a esa industria, no fue porque los estadounidenses "se negaran" colectivamente a hacer elecciones difíciles; la ciudadanía no tenía idea de lo que estaba sucediendo, y aquellos que sí lo sabían pensaban principalmente que la desregulación era una gran idea.

Con todo, un discurso es sólo un discurso. Los miembros del equipo económico de Obama entienden sin duda la naturaleza extraordinaria del lío en que estamos. Por lo tanto, el tono de la alocución del martes tal vez no signifique nada con respecto a la política futura del gobierno de Obama. Por otro lado, el Presidente es, como lo expuso su predecesor, el que decide. Y él va a tener que tomar algunas grandes decisiones muy pronto. En particular, va a tener que decidir cuán osado será en su accionar para mantener el sistema financiero, donde el panorama se ha deteriorado tan drásticamente que una cantidad sorprendente de economistas, no todos ellos, especialmente liberales, ahora sostiene que para resolver la crisis se necesitará la nacionalización temporal de algunos bancos importantes.

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